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barrio

Mi mamá me ha dicho que no hable con rik@s de Mierda

El otro día hablando con un colega recordábamos tiempos pasados y días de eterna juventud.

Aquellos días en que, de chavales, vivíamos la vida día a día, sin esperar nada del mañana.

Debíamos tener 15 o 16 años, sería el año 1996 y por suerte no sabíamos lo que era un teléfono móvil, una red social ni muchas de esas cosas que ahora son tan cotidianas y nos parece difícil imaginar los tiempos en que no lo eran.

No nos hacía falta un teléfono para saber encontrar a nuestros amigos. Tampoco nos hacia falta quedar a una hora ni ser puntuales. Nos olíamos, o nos sentíamos, o lo que sea, pero sin haber quedado en un sitio, nos encontrábamos.

Aun no sabíamos mucho del mundo exterior, apenas salíamos del barrio y por suerte solo uno de nosotros había empezado ya a trabajar con su padre en la obra. No solíamos tener dinero, pero compartiendo porros y litros nos pasábamos las tardes en un descampado, o en el interior de un instituto que ya había cerrado. Atravesábamos el barrio saltando vallas, cogiendo atajos…haciendo nuestro camino al andar. En cualquier lugar que nos gustase nos podíamos sentar en el suelo y echar un rato de risas sin importarnos una mierda lo que pensara la gente que pasaba a nuestro lado.

Se me hace muy curioso recordar ahora a ese chavalillo que fui. Por suerte, aun sé que conservo un poquito de su mirada. Un poquito tan chiquito que ya apenas puede reconocerse entre tantas montañas de mierda que la vida nos echo a la espalda sin miramientos. Pero si escarbas un poquito, allí sigue, esa sonrisa picara y esos ojos inocentes.

Éramos bastante buenos chavales, o eso me gusta pensar. A veces liábamos alguna, pero en general no eran cosas chungas. Éramos muy jóvenes, pero ya aprendíamos palabras como amistad, honor y respeto. Pero, sobre todo, saboreábamos libertad. Apenas sabíamos nada de la vida, pero éramos conscientes de que esa sensación de volar libres era de un valor incalculable. Desde mi ventana se veía la cúpula negra de la cárcel de Carabanchel y me horrorizaba imaginar lo que seria estar encerrado entre muros y barrotes.

165396 1280px Carcel de carabanchel
Antigua cárcel de Carabanchel

En aquellos tiempos había muchos grupos de chavales por todos lados. Algunos éramos amigos y otros no, pese a que todos vivíamos realidades muy similares en los barrios obreros de cualquier ciudad. En este caso, el sur de Madrid era donde el destino había querido que creciéramos. Aluche, Carabanchel, Campamento, Lucero…

A veces no había más remedio que resolver las cosas a ostias.

En una cancha de baloncesto con los tableros roídos y pintarrajeados, y la hierba creciendo entre las grietas de la pista de cemento que nadie había venido nunca a reparar, después de unas palabras de rigor, nos quitábamos  tranquilamente las camisetas y nos liábamos a puñetazos bajo un sol abrasador. Los amigos de cada uno observaban atentos sin que nadie se metiese. Te animaban o hacían de esquina, y a veces se enzarzaban en insultos con otros motivados de la parte contraria, pero se sobreentendía que ese era el momento de los 2 que estaban rodando por el suelo.

La gente mayor volvía a casa del trabajo y observaba de reojo la escena. Nunca nadie trataba de interceder ni mediar. Nadie quería tener problemas.

Cuando se daba por terminada la pelea, cada grupo se iba por su lado. Tus amigos se te acercaban felicitándote, o indignados si habías perdido porque el otro siempre era un chanchullero que te había ganado con juego sucio . Te daban tu camiseta y te arropaban a su manera.

Al rato ya estábamos de risas hablando de cualquier cosa o jugando y refrescándonos con los aspersores de cualquier parque.

Muchos chavales de aquellos con los que te podías haber peleado podían acabar siendo tus amigos años mas tarde. Otros en cambio, muchos años después, habéis mantenido la manía mutua.

Éramos chavales que aun tendrían que aprender mucho de la vida.  El paro, la violencia de género que sufría la madre de alguno, el alcoholismo de alguno de nuestros padres, la adicción a las drogas de familiares, eran buitres que planeaban acechantes, pero aun sin haber tomado la presencia que poco a poco irían tomando.

Recuerdo una tarde echando unos porros en el Fuma, donde confluíamos distintos grupos, como miraba hipnotizado los cortes en los antebrazos que el Petete se había autoinfligido en algunos de sus pasos por la cárcel para pasar por enfermería. Se habia ido chinando de las muñecas hasta los codos . Tenia solo unos años mas que nosotros, pero parecía mucho mas mayor. Todos le teníamos una mezcla de miedo y respeto.

A veces venia, nos preguntaba por alguien y de paso nos gorroneaba el porro a alguno. Lo pedía con las buenas maneras de quien sabe que siempre se lo van a pasar a la primera. Se lo fumaba entero sin pasarlo, se despedía y seguía su camino con su gorra, sus cordones dorados, sus pendientes y su largo pelo rizado.

Había muchos como él en el barrio. Se la pasaban entrando y saliendo de la cárcel o o de la Grume, de robo en robo, de detención en detención.  Un día le vimos esposado por la policía entrando en el coche patrulla. A los dos días le volvimos a ver en una moto robada sin camiseta. Cuando nos vió nos saludó mientras hacia un caballito y desaparecía calle abajo. Esas escenas se me quedaban grabadas como expresión de libertad. Podía acabar de salir del calabozo y le faltaba tiempo para buscarse el camino de vuelta a comisaria. Era su elección en una sociedad donde los engranajes chirriosos no esperan a nadie y aplastan al que se queda atrapado entre ellos .Creo que fue de las ultimas veces que le vi. Quién sabe si estará vivo o muerto.

También recuerdo (unos años mas tarde) a unos críos menores que nosotros que también andaban siempre volcando. Una vez , varios de ellos se fugaron del centro, robaron un coche en Carabanchel y pretendían huir a la playa. No llegaron muy lejos. Se estrellaron contra un camión de basura en Leganés . El conductor murió y los demás se rompieron brazos, piernas , caderas… Mucha gente se alegró de la ostia que se dieron ya que eran un poco cabrones . A mi me dió mucha pena, debían tener 13 años. Alguna chapa les solté alguna vez para que dejaran de volcar en el barrio y se fueran a atracar a los pijos.

accidentechule

De una manera casi instintiva todos queríamos ser malos y rebeldes. Queríamos ser tipos duros y pensábamos que ser cobarde era de las peores cosas que había…que ilusos éramos.

Por suerte, a mi pronto me nacieron las inquietudes. Llámalas, políticas, sociales o como sea. Pero mi camino era el de soñar con un mundo nuevo. Rebelde, macarra y vacilón, pero justo y comprometido.

Cuando cumplí 17 años fui a una entrevista de trabajo al Búrguer King de Manuel Becerra, un barrio de pijos en el otro extremo de la ciudad.  Me presenté lo mas guapo posible. Me puse unos vaqueros y una camiseta blanca de alguna marca publicitaria. El pelo largo me lo recogí en una coleta y me quité los pendientes. Estaba muy nervioso y me preocupaba que no fuera digno a ojos de la seleccionadora, para servir hamburguesas a los ricos y limpiar los meados que aposta echaban fuera de la taza. 

Me dieron el trabajo. Al poco tiempo de estar allí currando, cuando ya cogí confianza con los compañeros, un día me confesaron entre risas, que el día de mi entrevista me espiaron desde la cocina y dijeron “quien es el gitano ese que nos van a meter aquí” Pero si me había maqueado para la entrevista! Aunque la mona se vista de seda…Como son las cosas.

En el descaso de 20 minutos que nos dejaban para comer, vigilaban que en la hamburguesa que nosotros mismos nos preparábamos no pusiéramos queso ni bacón ya que no estaba permitido más que a los encargados. No recuerdo cuanto cobraba, pero se que era muy poco. Tendría que buscar si conservo alguna nomina, pero yo diría que unas 60.000 pesetas, es decir, unos 360 euros de ahora. Los turnos eran de 8 horas, que las pasabas quemándote con aceite hirviendo, fregando suelos o limpiando el helado y sirope que los niños pijos en sus rabietas tiraban al suelo por joder a sus padres. A estos les daba igual que manchasen, ya que al fin y al cabo ya estaban los hijos de otros barrios con un vergonzoso uniforme verde para limpiarlo. Ni los regañaban, ni te miraban a la cara. Eras invisible.

Luego hay gente que dice que no existe la lucha de clases. Lucha no sé, pero odio proletario ya te digo yo que si que existe y que me salía por los poros. En mi cabeza escuchaba la voz del Petete que me empujaba a robarles y tirotearles ahí mismo y luego desparecía calle abajo en su vespino robada con el tubo de escape trucado. Los cuerpos ensangrentados se retorcían sobre las mesas del búrguer entre perlas rodando y patatas fritas…la sangre y el sirope se confundían en las baldosas, entre billeteras y ropa de marca…

Cuando el ruido del tubo de escape desaparecía en la lejanía, todo volvía a la normalidad entre sus risas estridentes y sus oídos sordos a mis “disculpen” para poder barrer entre sus piernas el estropicio que estaban montando sus hijos…

Era cuestión de tiempo que empezase a escupirles en sus hamburguesas por contener las ganas de meterles un tortazo a todos.

Con paciencia apretabas los dientes y mirabas el reloj contando los minutos para poder quitarse ese feo uniforme, y poder volver al barrio con los tuyos para echarte un peta entre risas y olvidar que al día siguiente tendrías que volver a ese agujero. De eso se trataba, ellos eran dueños de tu tiempo laboral, pero de nada más. No éramos suyos y nunca les permitiríamos poseernos. Aprendes a surfear la ola, y a esconder el queso debajo de la carne para que el encargado pelota y traidor no pueda delatarte.

Son pequeñas cosas, pero un chaval con 17 años aprende así a no ser un mierdas. Aprende así a saber quienes son los tuyos. Dia a día, pelea a pelea, quemadura a quemadura, callejón a callejón… Como Olmo Dalcó descalzo en la mesa de los braceros de Novecento, aprendiendo que en nuestra vida no soy yo, somos nosotr@s y que si uno tiene una moneda, esa moneda es de todos.

Caminar hacia la puerta del trabajo escuchando una canción en los cascos de A Degüello que esta gritando que hay que quemar las casas de los ricos. Sus coches, sus marcas….Reducirlo todo a cenizas. Algún iluso pensará que es envidia, y yo solo podré reírme de él. Nunca lo entenderán.

He conocido a gente tan pobre tan pobre, que solo tenían dinero. Y yo, muchos años después, sigo con una cuenta bancaria con 3 números bailando, haciendo malabarismos para encajar las facturas y viendo como han destartalado el sistema de sanidad que debe reparar el  también destartalado cuerpo que el peso del trabajo me ha dejado..

El trabajo asalariado es una maquina despiadada que engulle sin contemplaciones miles de vidas a diario. Como el Polifemo de la Odisea de Homero tragando ovejas sin parar y lanzando los huesos con desprecio.  Así funciona esta maquina sin que haya intrépidos que claven una estaca cegadora en el ojo del ciclope. Sangre absorbida, cuerpos resecos, huesos torcidos…y vuelta a empezar.

Han pasado muchos años de aquellos días. Todo ha cambiado. Preocupaciones mucho mas complicadas se instalaron en nuestras vidas, mientras otros polifemos se siguieron alimentando de nuestra carne.

Nada ha cambiado. Los capítulos de nuestra historia pasan como comedia o tragedia en un pestañear del universo. Vidas paralelas que dirían los Hechos contra el Decoro”no te he visto nunca y te conozco bien, como la moneda esto tiene dos caras, por un lado, el obrero y por otro el burgués…”

Temazo de esta gran banda madrileña

Aun así nunca nunca tendrán el poder de quitarme la sonrisa de la cara. LA riqueza que yo tengo esta muy a salvo de vuestras sucias y codiciosas manos. Ni vuestros perversos ojos pueden verla, ni vuestras aguileñas narices pueden detectarla. Esa pequeña parcela de libertad y dignidad se ha mantenido intacta pese a los golpes de sus porras, y el frio de las baldosas de sus calabozos.  Han pasado muchas batallas en las que les he devuelto todos los golpes que he podido. Apurando cada segundo del asalto y buscando el hueco en la guardia para hacer crujir sus costillas. A ver si os ibais a pensar que en este partido solo hay una portería. Y tumbado en una barricada con el rostro cubierto y las manos tras la cabeza, debajo de las estrellas saboreo esa libertad que sigue rugiendo en mi interior con el tubo de escape trucado.

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Mas veces he tenido que ponerme la camiseta blanca y los pantalones limpios para poner cara de bueno.  Esta vez ante el estrado y no ante una trepa de una empresa de trabajo temporal, pero siempre  siendo un indio indomable y rebelde dispuesto a seguir lanzando flechas al imperio hasta que un día se tambalee hasta derrumbarse.

Muchas veces desde niño tratan de convencerte de que de rodillas estarás siempre más cómodo y que a fin de cuentas cada uno debe estar siempre en su sitio. Pero la historia de ese parpadeo microscópico perdido en el universo existe gracias al conflicto y la resistencia. A las piezas del engranaje que no encajan y que no están dispuestas a seguir chirriando oxidadas entre humo y grasa.

Así que no desfallezcas amig@, los buenos tiempos están por llegar, y como decían mis amigos allá por el sur de México, con el amanecer bajaremos de las montañas de basura y solo con vernos ya se atropellaran atemorizados. Al fin y al cabo se trata de eso, de mantener viva esa llamita que desde niño sientes en el pecho y que tantas tormentas han intentado apagar. Guárdala amig@. Protégela. Llegara el día en que podrás unirla a la llamita de otr@s compas. Y ese día va a arder todo hasta los cimientos.

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Años después de dejar el Burguer King, (que por cierto, no volví a poner un pie en uno en mas de 10 años y si mis amigos querían entrar yo me quedaba fuera esperandoles ) el pelo largo había dejado lugar a una cresta morada que lucía orgulloso allá por donde iba. En una casa okupada donde muchos otros indios de Europa se juntaban resistiendo a las leyes del mercado, una pared escribía la frase que hoy lanzamos en esta camiseta y que quieras que no, resume todo esto que te estoy contando…

Mi mamá me ha dicho que no hable con RIk@s de MIERDA!

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encuentralá aqui : Camiseta » Mi Mama» – Perros Callejeros Foto de Maria tomada por Elena Castro @elenacastro_ph

Ya lo decía Mario Benedetti, “Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene derecho a no hacer lo que no quiere”

En un mundo en el que te arrojan a la ruleta girando a toda velocidad, obligándote a seguir la corriente del juego, entre la falsa idea del éxito, algunas personas entendimos que hay cosas mas importantes que el dinero. Por eso hacemos de nuestros principios y valores una brújula inalterable que no nos conducirá a la cima de nada, pero podremos dejar la vida con la conciencia tranquila y la sonrisa en la cara. Y eso es mucho mas de a lo que podrán aspirar muchos en sus atalayas de privilegios.

Corazón negro, EL Guiri, un grande donde los haya, cantante tambien de Lagrimas y Rabia con una canción que siempre me ha emocionado e identificado. Escuchadla.

comments

  • diciembre 9, 2023
    Ana

    Crecí en Carabanchel un par de años después. Qué identificada! Siempre tuve claro que no iban a doblegarme, aunque yo también pasé por entrevistas y trabajos en que me querían alienada para poder pagarme la carrera. Pero nunca perdí el faro: usaría contra ellos sus propias normas. Me convertí en abogada para defender a trabajadores, desahuciados y víctimas de violencia. Dejé el barrio por amor… pero siempre, siempre llevaré Carabanchel en el cuerpo. Tanto que me niego a cambiar el padrón para poder seguir diciendo que soy de Carabanchel.

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